La prisión se encuentra en la ciudad de Sighet, y fue construida en 1897 por el Imperio Austrohúngaro, su función hasta 1918 fue la misma que cualquier otra prisión normal y corriente, la de alojar maleantes y delincuentes comunes.
Fue a partir de 1945 con la llegada del comunismo, cuando empezó la verdadera locura aprovechando las instalaciones para encarcelar a una gran parte de la élite del país, (estudiantes, académicos, profesores, ministros, periodistas, políticos, obispos, doctores, etc...) muchos de ellos eran capturados y encarcelados directamente sin ser juzgados, sin duda una de las mejores maneras para la dictadura de capar un país.
La penitenciaría estaba considerada como una unidad de trabajo especial llamada "La colonia del Danubio",pero en realidad era un lugar de exterminio para la alta sociedad del país y al mismo tiempo un lugar seguro, del que no se podía huir, encontrándose la frontera de la URSS a menos de dos kilómetros.
Los prisioneros vivían retenidos en condiciones insalubres, mal alimentados, sin calefacción y se les impedía tumbarse durante el día sobre las camas de las celdas. Tenían prohibido mirar a través de las ventanas y los que no obedecían eran encerrados en “El pozo”, un calabozo sin luz.
Finalmente, se colocaron postigos en las ventanas para impedirles ver otra cosa que no fuese el cielo.
En 1955, tras la Convención de Ginebra y la entrada de Rumanía en la ONU, muchos prisioneros fueron liberados y otros mantenidos bajo arresto domiciliario pero lamentablemente un gran número de presos falleció en las instalaciones, de esta manera la prisión volvió a ser una cárcel común. Años mas tarde de la liberación seguían apareciendo muchos de ellos secuestrados en hospitales psiquiátricos.
En 1977, la prisión en desuso, se convirtió en una fábrica de escobas y después en un depósito de sal hasta 1993, año en el que Ana Blandiana fundó el Memorial de las victimas del Comunismo.
El museo cuenta con 3 plantas y 51 celdas que están expuestas a los visitantes, se conserva la misma estructura del edificio y los enseres de los que disponían los prisioneros en sus celdas, camas con su colchón de paja, sábanas, trajes de prisioneros, platos, etc...
A pesar de la rara experiencia que se siente nada mas cruzar la puerta principal cuando empiezas la visita,(recomendable al 100%) el silencio durante todo el paseo por las celdas es inolvidable, la sensación de tener el estómago encogido y algo que te empuja a estar atento a cualquier detalle, en una de las celdas podemos oír un audio de código morse que utilizaban algunos presos para comunicarse golpeando las cañerías de las celdas. En fin, tantas cosas que es imposible describirlas con imágenes y que si no estas allí no se pueden entender.
Una de las mas impactantes personalmente fue encontrar unos muros con los nombres de las 8.000 personas que murieron en las prisiones comunistas en Rumanía.
Espero que os guste esta selección de imágenes con las que quiero transmitir lo que yo sentí al visitar el museo.
Toni Porras Photography © 2012